“Cada quien llora su muerto con la intensidad que le duele”, decía don Bartólo, mientras fumaba un cigarrillo, sentado en su mecedora de guano, en Río Limpio de Dajabón, sin saber de vistas públicas o mucho menos entender nada de reformas.
Hoy, esta frase toma especial relevancia, en momentos en que la sociedad dominicana debate sobre un proyecto de reforma fiscal, que, aunque solo fue presentada por el Gobierno, ha creado un ruido tan fuerte, que se pudiera llegar a pensar que ya fue aprobado.
Es en ese contexto que, en el día de ayer, vimos y escuchamos emotivos discursos en el Congreso Nacional, como parte de las vistas públicas que realizan los legisladores, para conocer los diferentes puntos de vista en torno al polémico proyecto, que mantiene en vilo a la población dominicana.
Y hasta ese punto, todo marcha bien, exceptuando quizás a algunos, quienes utilizaron el escenario para vender una línea discursiva populista, pero vacía y con faltas de propuestas, sirviendo más bien de pasarela y vitrina perfecta, para pescar en río revuelto.
Otros en cambio, dieron en la diana, ya que no solo expresaron el sentir de la población, sino que además, plantearon otras opciones de recaudación, para que la clase media, que es la mayoría en el país, no sufra las consecuencias de las cargas impositivas que allí se plantean.
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Sin embargo, si en algo están casi todos de acuerdo, es en que la reforma es necesaria, aunque no de la forma en la que ha propuesto el presidente Luis Abinader y su gobierno.
Y que buenos que el consenso allí sea unánime, porque es la única forma de lograr un acuerdo nacional que beneficie a todos los dominicanos, sin tener que cargar demás, a uno u otro.
Pero, la realidad es que no siempre es así, ya que algunos sólo tomaron la palabra para velar por sectores particulares, olvidando que lo que salga del Congreso Nacional y se convierta en ley, impactará la vida de millones de dominicanos, en un acto de egoísmo y sectorización.
Uno de estos sectores fue la iglesia evangélica, cuyos representes, prefirieron no ir a las vistas públicas y dirigirse de inmediato al Palacio Nacional, allí, su reclamo fue escuchado y el presidente les garantizó la continuidad de sus conquistas, quedando así, exentos de pagar impuestos e incluso, de transparentar sus gastos.
Pero lejos de luchar por una causa común y tras una reunión a puertas cerradas, el presidente del Consejo Dominicano de la Unidad Evangélica (CODUE), Feliciano Lacen, varió su discurso y ahora ve positivo que se apliquen y paguen nuevos impuestos, lo que envía un mal mensaje a la sociedad y de hecho, al propio sector religioso, que ahora tiene la tarea de revisarse.
A todo esto, se le suman los sectores políticos, quienes no han dudado en tratar de sacar filo a este hervidero nacional, que ha afectado la imagen incluso, del propio gobierno.
En definitiva, el país necesita de una reforma, pero la necesita de manera consensuada, realidad que no podrá ser efectiva si cada quien “hala por su lado” y no se unifican, en favor de una pieza acorde a la realidad dominicana, pero sin afectar a ningún sector en particular.