El gobierno de Estados Unidos implementó una prohibición radical que impide a su personal gubernamental en China, incluyendo diplomáticos, sus familias y contratistas con autorizaciones de seguridad, mantener relaciones románticas o sexuales con ciudadanos chinos.
Esta medida, reportada por Associated Press, entró en vigor bajo la dirección del exembajador Nicholas Burns, justo antes de que dejara su cargo. La política se aplica a las misiones estadounidenses en Beijing, Guangzhou, Shanghai, Shenyang, Wuhan y Hong Kong, y busca mitigar riesgos de espionaje en un contexto de crecientes tensiones geopolíticas entre ambas naciones.
- Aquellos que violen la norma enfrentan la expulsión inmediata de China, lo que subraya la seriedad con la que Washington está abordando las preocupaciones de seguridad.
Esta no es la primera vez que se imponen restricciones de este tipo, aunque su alcance actual es notablemente más amplio. En el verano anterior, una versión más limitada de la política prohibía relaciones con ciudadanos chinos que trabajaran como guardias o personal de apoyo en las instalaciones diplomáticas estadounidenses en China.
Sin embargo, la nueva regla amplía la restricción a cualquier ciudadano chino, marcando un regreso a políticas de no confraternización que recuerdan a la Guerra Fría.
- Históricamente, en 1987, el gobierno estadounidense aplicó medidas similares en países considerados de "alta amenaza de inteligencia", como China y la Unión Soviética, pero estas se relajaron tras la caída del bloque soviético en 1991.
- El endurecimiento actual refleja una percepción renovada de China como un adversario estratégico.
Para el personal estadounidense que ya mantenía relaciones con ciudadanos chinos antes de la implementación de la norma, existe la posibilidad de solicitar una exención. Sin embargo, si esta es denegada, deben elegir entre terminar la relación o abandonar su puesto en China.
Esta disposición pone en evidencia el dilema personal que enfrentan los afectados, quienes ahora ven sus vidas privadas reguladas por imperativos de seguridad nacional. Aunque la definición exacta de "relación romántica o sexual" no ha sido publicada, la estricta aplicación de la medida sugiere que el gobierno está dispuesto a sacrificar libertades individuales para protegerse contra posibles influencias extranjeras, especialmente ante las sospechas de tácticas de "honeypot" (engaño mediante seducción) por parte de los servicios de inteligencia chinos.
La reacción internacional y local a esta política aún está por verse, pero ya genera preguntas sobre su impacto en las relaciones sino-estadounidenses. Mientras China impone sus propias restricciones a sus funcionarios, prohibiendo relaciones con extranjeros y limitando la movilidad de su personal militar, la medida estadounidense podría interpretarse como una respuesta simétrica en una guerra fría moderna.
Sin embargo, también plantea interrogantes sobre la viabilidad de la diplomacia en un entorno donde las interacciones humanas básicas están tan restringidas. En un momento en que las relaciones entre Washington y Beijing están marcadas por disputas comerciales, tecnológicas y territoriales, esta prohibición podría exacerbar la desconfianza mutua, alejando aún más a dos potencias que alguna vez buscaron puentes a través del contacto personal y cultural.