Este 21 de mayo se conmemora el Día Internacional del Té, una fecha proclamada por las Naciones Unidas con el objetivo de rendir homenaje a una de las bebidas más antiguas, versátiles y consumidas del mundo. El té no solo es valorado por su sabor y propiedades medicinales, sino también por su profunda conexión con la historia, la cultura y el desarrollo sostenible de muchos países.
Actualmente, el té se cultiva en más de 50 países y representa una fuente esencial de ingresos para millones de agricultores, principalmente en regiones de Asia y África. Entre los principales productores se encuentran China, India, Kenia, Sri Lanka y Vietnam, naciones que lideran tanto en volumen de producción como en exportaciones de esta bebida milenaria.
En cuanto al consumo, Turquía ocupa el primer lugar mundial en consumo per cápita de té, especialmente del tipo negro, servido en tradicionales vasos de cristal. Irlanda y Reino Unido también mantienen un alto consumo, siendo el "tea time" parte de su identidad cultural. Por otro lado, China destaca por su enorme diversidad de tés, como el verde, blanco, oolong y pu-erh. En Marruecos, el té verde con menta simboliza hospitalidad, y en América Latina, países como Chile, México y Argentina han aumentado su consumo por los beneficios que se le atribuyen a la salud.
El té proviene de la planta Camellia sinensis, pero su sabor y propiedades cambian según el método de procesamiento. Entre las variedades más conocidas se encuentran el té verde, famoso por sus antioxidantes; el té negro, con más cafeína y sabor intenso; el té blanco, de sabor delicado; el oolong, intermedio entre el verde y el negro; el pu-erh, fermentado y digestivo; y el matcha, un té verde en polvo de origen japonés muy popular en bebidas y postres. Además, aunque no son técnicamente tés, las infusiones herbales como la manzanilla, la menta o el jengibre son consumidas por millones de personas en todo el mundo.
Más allá de su función como bebida, el té tiene un valor simbólico y espiritual en muchas culturas. En Japón, protagoniza ceremonias tradicionales; en el Tíbet, acompaña rituales religiosos; y en hogares árabes, es sinónimo de cortesía. Su historia ha evolucionado desde los antiguos emperadores chinos hasta las modernas tazas de los consumidores actuales, convirtiéndose en un símbolo de encuentro, respeto y armonía.
Durante esta jornada, se promueve el consumo responsable y sostenible del té, el apoyo al comercio justo, y el reconocimiento a los millones de trabajadores que hacen posible su producción. También se recuerda su papel en una alimentación saludable y equilibrada, gracias a sus propiedades antioxidantes, digestivas y relajantes.