Grecia vivió este martes una nueva jornada de parálisis total en el sector público y, especialmente, en el transporte, debido a una huelga nacional contra la reforma laboral que permitiría a los trabajadores extender su jornada hasta un máximo de 13 horas diarias.
A primera hora de la mañana, Atenas amaneció sin servicio de metro ni trenes de cercanías, mientras que los buses y tranvías operaron solo entre las 9:00 y las 21:00 horas. El metro realizó trayectos limitados en la mañana y el mediodía para facilitar la movilización de los manifestantes hacia el centro de la capital.
Los puertos también se sumaron a la protesta: los barcos de pasajeros en todo el país permanecieron detenidos debido al paro de 24 horas convocado por varios sindicatos de marineros. Asimismo, el servicio de trenes interurbanos fue suspendido en su totalidad.
La convocatoria partió de ADEDY, el principal sindicato del sector público, que calificó la jornada como “un hito en la lucha por la dignidad, el tiempo libre y una vida con derechos”. La organización exige al Gobierno que retire el proyecto de ley que amplía la jornada laboral, el cual será sometido a votación este miércoles.
Aunque el sindicato del sector privado GSEE no se sumó oficialmente al paro —como sí ocurrió en la huelga general del pasado 1 de octubre—, exhortó a los trabajadores a participar masivamente en las manifestaciones en Atenas y otras ciudades.
El polémico proyecto de ley permite a los empleadores solicitar hasta 13 horas de trabajo diarias, con una bonificación del 40 % por las horas adicionales. Sin embargo, el Gobierno del primer ministro Kyriakos Mitsotakis asegura que se mantendrán los límites actuales de 48 horas semanales y 150 horas extras anuales.
La ministra de Trabajo, Niki Kerameos, defendió la reforma argumentando que la ampliación solo podría aplicarse hasta 37 días al año y que la medida busca “modernizar” el mercado laboral y adaptarlo a “las necesidades actuales de las empresas y los empleados”.
Mientras el Parlamento se prepara para debatir la propuesta, miles de griegos se concentran nuevamente en las calles, denunciando que la “modernización” del Gobierno supone, en realidad, un retroceso en los derechos laborales conquistados durante décadas.