INTERNACIONAL.- Jameson Jacques vive en un refugio improvisado con sus tres hijos desde que pandilleros incendiaron su casa, matando a sus padres. Como él, numerosos habitantes de Puerto Príncipe sufren una pesadilla diaria, un mes después del anuncio de la creación de autoridades de transición cuya investidura no se concreta.
"Puerto Príncipe se ha vuelto inhabitable", dice este treintañero desde el centro de la capital de Haití. "Si tuviera dinero, ya me habría ido a una ciudad de provincia con mis tres niños".
El país caribeño, afectado por décadas de inestabilidad política y una pobreza muy extendida, padece una nueva ola de violencia.
Desde finales de febrero, poderosas pandillas se aliaron para atacar puntos estratégicos de Puerto Príncipe (comisarías, cárceles, ministerios, aeropuerto y puerto, etc.), en un pulso contra el primer ministro Ariel Henry.
El dirigente, cuestionado por el aumento de la violencia y por gobernar sin haberse sometido a una votación popular, anunció el 11 de marzo que iba a dimitir para ceder el testigo a un consejo presidencial de transición.
Pero en un país que no celebra elecciones desde 2016, la transición política se ha visto retrasada una y otra vez por desacuerdos entre los candidatos para ese consejo y desavenencias con el Gobierno saliente de Henry.
– Huir de la violencia –
La población, entre tanto, tiene que lidiar con las consecuencias del dominio de las pandillas, que ocupan más del 80% de la capital.
"Estoy viviendo una pesadilla. Desde hace semanas no puedo ir al centro de la ciudad", lamenta Junior Fontus, un vendedor de bebidas que tuvo que instalarse en el edificio del Ministerio de Educación, convertido en un refugio para acoger a desplazados internos como él.