PARÍS.- Dominique Pelicot, el hombre de 71 años que se sienta en el banquillo de los acusados este lunes en Aviñón, Francia por haber drogado a su mujer durante años para que la violaran otros hombres en estado de inconsciencia es un egocéntrico narcisista que tenía un deseo irrefrenable de cumplir sus fantasías sexuales.
Este es el análisis fue presentado en el juicio por la experta a la que la Justicia encargó el análisis psicológico de Pelicot, Annabelle Montagne, que insistió en que no presentaba problemas mentales ni tenía patologías mentales que le impidieran discernir lo bueno de lo malo. Un elemento fundamental a la hora de poderlo considerar penalmente responsable.
Montagne indicó ante el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse que no se le detectaron adicciones, más que posiblemente al sexo, que se traducía en un uso muy frecuente de contenidos pornográficos, y que tenía una tendencia al voyeurismo.
En cuanto a su mujer, Gisèle, la concebía como un objeto para cumplir sus necesidades y sus deseos, más que a una persona a la que tenía que respetar.
Dominique Pélicot se presentaba como un padre de familia (tiene tres hijos de Gisèle y seis nietos) respetado y apreciado, con un funcionamiento psicoafectivo correcto y con unas relaciones personales estables tanto en su vida privada como profesional.
La abogada de Dominique Pelicot, Béatrice Zavarro, destacó ante la prensa, tras la presentación del informe de peritaje, que hay «una gran dicotomía» en la personalidad de su cliente: por un lado se comportaba como un hombre «servicial, amable, bueno en todos los sentidos», y por otro «que se descubre a sí mismo por la noche a través de sus desviaciones».
Zavarro quiso destacar de su lectura del peritaje psicológico, que la jubilación y el traslado de la familia al sureste de Francia (antes vivió en la región de París) habían debilitado algunas barreras e hicieron aflorar una personalidad oscura que podía tener origen en unos abusos que él mismo sufrió de niño.
La experta psicóloga lo examinó en septiembre de 2020, pocas semanas después de su arresto, y en aquel momento, su inquietud se centraba sobre todo en la imagen que iban a tener de él su familia y su entorno social.
Es decir, que no sentía preocupación por el estado físico y mental de su mujer, con la que llevaba prácticamente 50 años, y de la que quedó finalmente divorciado el pasado mes de agosto, unos pocos días antes del comienzo del juicio el 2 de septiembre.
De hecho, contó a la psicóloga que le resultaba imposible terminar con esa práctica de drogar a su mujer para ver cómo otros hombres mantenían relaciones sexuales con ella sin su consentimiento a menos de ser denunciado.