Agencia EFE-En un movimiento que ha sacudido el debate energético y tecnológico de Estados Unidos, el expresidente Donald Trump ha presentado un plan para revitalizar la industria del carbón con el fin de alimentar el creciente consumo energético de la inteligencia artificial (IA) y las criptomonedas.
Desde la Casa Blanca, y rodeado de trabajadores del carbón, Trump firmó una serie de órdenes ejecutivas que abren terrenos federales a nuevas explotaciones mineras, eliminan regulaciones ambientales y otorgan a las plantas de carbón una amnistía temporal para emitir sustancias contaminantes como mercurio y arsénico. El republicano calificó esta energía como “limpia, hermosa y real”.
“Estamos recuperando una industria olvidada. El carbón es potente, seguro y barato”, afirmó el exmandatario, asegurando que su propuesta es la única capaz de sostener el “boom tecnológico” que atraviesa el país.
Las cifras respaldan la urgencia energética: según Bloomberg, el consumo eléctrico de los centros de datos podría cuadruplicarse en cinco años. No obstante, el carbón representa hoy solo el 15% de la matriz energética y ha sido superado por fuentes más limpias y económicas como la solar y la eólica.
Expertos y ambientalistas han criticado duramente la medida. “Es como intentar mover coches eléctricos con vapor”, dijo irónicamente Kit Kennedy, del Consejo de Defensa de los Recursos Naturales.
Para muchos, la maniobra tiene más peso ideológico que técnico: defender el carbón como símbolo de resistencia al cambio climático y de su retórica contra las políticas verdes de Biden. Aun así, Trump insiste: “Para la tecnología del mañana, necesitamos la fuerza de ayer”.
Trump un plan del siglo XVIII para una tecnología del XXI
La propuesta de Trump llega en un momento de creciente alarma por el consumo energético de los centros de datos. Según Bloomberg, este podría cuadruplicarse en los próximos cinco años. Cada uno de estos centros puede usar tanta electricidad y agua como una ciudad de 50.000 habitantes. Y el fenómeno no es menor: la industria de las criptomonedas por sí sola consume ya el 2,3% de toda la electricidad de EE.UU., tanto como un estado entero.
Empresas como xAI, de Elon Musk, han sido sorprendidas usando más generadores de los autorizados, y gigantes como Google u OpenAI exploran alternativas nucleares, solares e incluso de fusión. Sin embargo, Trump se aferra al carbón, al que considera “la forma más duradera, segura, potente y barata de energía”. Nada más lejos de la realidad.
La defensa del carbón por parte de Trump no es nueva. Durante su primer mandato ya impulsó medidas para frenar el cierre de centrales térmicas, pero con escaso éxito: el carbón cayó del 50% al 15% del mix energético en dos décadas. Hoy, solo quedan activas la mitad de las 780 plantas que operaban en 2000, y muchas de ellas tienen más de 45 años.
Además, el carbón es el combustible fósil más contaminante del planeta. Emite más dióxido de carbono por kilovatio que cualquier otro, y su quema libera mercurio, arsénico y partículas finas vinculadas a enfermedades graves. A nivel global, representa el 40% de las emisiones industriales de CO₂, lo que choca frontalmente con los compromisos climáticos y la ética ambiental de las tecnológicas.