Por: Welinton Grullón.
En tiempos recientes, el flujo de información en los medios de comunicación ha alcanzado niveles nunca antes vistos, y no precisamente por su calidad. Hoy en día, cualquier acontecimiento, por trivial que parezca, puede convertirse en “noticia”. Desde un simple atasco en una graduación hasta el reporte de alguien con un dolor de barriga, los medios están inundando nuestras vidas con contenidos que, en muchos casos, carecen de relevancia.
Esta tendencia preocupa profundamente, ya que esta avalancha de información no siempre pasa por el filtro del profesionalismo, y el resultado es una comunicación superficial que corre el riesgo de trivializar asuntos que realmente importan.
La esencia del periodismo, fundamentada en la ética y la responsabilidad de informar con veracidad y relevancia, se está diluyendo. En lugar de una selección cuidadosa de contenidos significativos, estamos viendo una proliferación de temas irrelevantes que, lejos de contribuir al entendimiento de la sociedad, la saturan de datos sin sentido.
Esta situación lleva a una peligrosa “cualquierización” de la información: el proceso por el cual todo se vuelve igual de importante —o, peor aún, igual de insignificante— ante los ojos del público. Si esta tendencia persiste, corremos el riesgo de que las personas empiecen a percibir el contenido noticioso como un simple espectáculo, perdiendo así la confianza en los medios de comunicación.
El llamado aquí es doble. Primero, hacia los medios de comunicación y sus profesionales, quienes tienen la responsabilidad de discernir entre lo que merece atención y lo que es mera distracción. Los periodistas, editores y comunicadores deben reflexionar seriamente sobre el tipo de contenido que quieren ofrecer.
Solo con una mirada crítica hacia sus propios procesos editoriales, y con un compromiso renovado con la ética periodística, podrán ofrecer información que enriquezca a la ciudadanía en lugar de abrumarla.
En segundo lugar, el llamado es hacia el público, que hoy, con el poder de la tecnología, participa activamente en la difusión de noticias. Los lectores y espectadores deben ser conscientes de que no todo lo que circula es realmente relevante, y que compartir información sin criterio contribuye a esta “cultura de lo trivial”.
Al fin y al cabo, si permitimos que lo banal se sobreponga a lo esencial, podríamos llegar a un punto en el que la ciudadanía no sabrá distinguir entre información seria y contenido irrelevante, afectando la calidad de nuestras decisiones colectivas.
Este fenómeno no es exclusivo de nuestra sociedad. En países como Japón y Alemania, donde el periodismo goza de estándares de calidad altamente rigurosos, los medios aún priorizan temas de importancia nacional, social y cultural.
Si bien enfrentan el mismo problema de saturación de información en redes, estos países han adoptado medidas que promueven la responsabilidad periodística y la regulación de contenidos. Esto les permite preservar el valor de la información sin sucumbir a la presión de las trivialidades.
Es crucial que el Estado asuma un rol activo en la protección del orden informativo y de la paz social. Como garante de estos principios, el Estado tiene el deber de establecer regulaciones que promuevan la veracidad y relevancia de los contenidos que se publican y se comparten.
Si permitimos que esta “cultura de lo trivial” continúe sin control, podríamos enfrentar un panorama de confusión y desorden informativo que debilite los cimientos de nuestra convivencia.
Este llamado a la reflexión es una invitación para preservar la seriedad y el valor de la información. La comunicación, como cualquier otro sector, siempre tendrá “parásitos” que buscan desviar su propósito, pero nuestra responsabilidad colectiva es impedir que estos elementos se normalicen y lleguen a opacar la importancia de una información bien fundamentada.
En una sociedad democrática y bien informada, los ciudadanos deben saber que lo que leen y ven es relevante y creíble, contribuyendo así a construir un país más consciente, informado y capaz de enfrentar los desafíos del futuro.
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